viernes, 1 de junio de 2012

Ni un poco aguda

Entre las cosas que me pregunto a veces, es por qué (todavía) la internet feliz insiste en mandarte a Outlook cuando apretás "correo electrónico" desde un explorador aleatorio. Es una especie de fastuosa insistencia, de "mirá, hola, soy outlook, no tenés ningún usuario conmigo, no me usás jamás de los jamáses, pero te recuerdo que acá estoy". Me recuerda a ese bug del jueguito con el que estás emperrado, donde se trabó un flaco pegándole espadazos a una pared indemne, o a la manchita del pizarrón que no borró la profesora y ahí va, le escribe encima la muy desconsiderada, no puedo dejar de ver la raya que no borró incluso debajo de la palabra nueva.

Es la eterna insistencia, resistente y magnánima, de una estupidez tan aberrante que una se siente obtusa de sólo pensarla, y de escribirla, comprueba serlo. Se te cae la cáscara de la logicidad, y se te fue la bella y juiciosa imagen derrapando por la autopista hasta llegar a Dios sabe dónde, probablemente se infiltró por dimensiones virtuales inéditas a la propia conciencia, se flasheó por miles de softwares hasta que, eras después, apareció en una insignificante imagen virtual de una crucecita roja que cierra el emperrado Outlook, y vos volvés a ser la misma aburrida de siempre.

1 comentarios:

Mati dijo...

Las dos últimas palabras de cada frase:

Explorador aleatorio, ¡acá estoy!
Palabra nueva, comprueba serlo, de siempre.

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